KATMANDÚ

La familia Abella nos cuenta en la siguiente entrevista cómo es el voluntariado en Katmandú y la misión que hacen con las Hermanas de la Caridad allí.

¿Por qué os decidisteis dar el paso de ir a Katmandú?

Después de conocer la labor de las Misioneras de la Caridad en Calcuta nos hablaron de otros lugares donde van pocos voluntarios y eso coincidió con el terremoto de Nepal. Por todo ello vimos que era un lugar en el que podíamos ayudar en familia y tenía condiciones climáticas un poco mejores. Buscábamos un sitio en el que pudiera ir la pequeña de la familia con 16 años y Calcuta nos parecía muy duro a esa edad.

¿Qué labor desarrollan los voluntarios que van?

Colaboramos en dos casas en las que trabajan las Misioneras de la Caridad. Por la mañana en un centro de mayores estatal en donde ayudamos en las labores de lavado de ropa, fregado de suelos y hacer camas, servir la comida y ayudar a comer al que no puede, recogida de comida y fregar mesas y sillas y lo que surja cada día.
Por la tarde vamos a una casa de las Misioneras de la Caridad de mujeres excluidas por enfermedad u otras circunstancias y colaboramos en lo que se necesite cada día y en hacerles compañía para que pasen un rato feliz.
Como decía La Madre Teresa «hacer pequeñas cosas con gran amor».

¿Qué tal es tratar con la gente que vive allí y que reciben la ayuda de los voluntarios?

Las Misioneras y trabajadoras de la casa son muy agradecidas por la ayuda que les prestamos y creo que las mujeres de la casa también te toman cariño. Pero creo que hay que hacer todo con amor y paz porque si por hacerlas felices haces demasiado ruido y jaleo pueden asustarse.

¿Qué es lo que os lleváis de vuestro tiempo allí?

Vas con la idea de dar y al final el que más recibe eres tú. Te llevas muchas sonrisas. Estar allí te hace pensar en la sociedad consumista y que necesitas muy poco para ser feliz, te desintoxicas de cosas superfluas que crees imprescindibles en tu vida y aprecias las cosas importantes de verdad. Una sonrisa, un abrazo hacen que el viaje haya merecido la pena.

¿Podríais contarnos algo que os marcó?

Esta pregunta la contesta nuestra hija pequeña, que fue su primer viaje de voluntariado con 16 años.
Cuando llegamos a la casa donde teníamos que trabajar, me quedé un poco paralizada, mirándolo todo sin saber qué hacer, estaba un poco asustada, pero mi familia al ver cómo estaba me animó a trabajar. Al verles tan contentos haciendo las cosas, mi cabeza hizo clic y mis miedos y tonterías desaparecieron, empecé a trabajar muy a gusto y con una sonrisa. Este momento lo tengo siempre presente.

¿Por qué recomendaríais esta experiencia?

Esta experiencia te cambia la vida, te abre el corazón a los demás.
Katmandú es un sitio donde no hay muchos voluntarios y tu ayuda siempre será bienvenida.